domingo, enero 22, 2006

No correspondida


Querida amiga:

Sé que estás sufriendo porque aquel a quien quieres no corresponde a tu amor. Pocas situaciones son más dolorosas y desasosegantes. Te duele la herida abierta por ese amor sin respuesta, te desasosiega la indiferencia con que eres tratada. y ambas cosas -dolor y desasosiego- hacen que te sientas empequeñecida y demasiado previsible. ¿Cómo iba a amarte, te dices dolida por su abandono, si tal vez no estás a la altura de ese amor, si eres fea, torpe, poco valiente? Él busca otra cosa, alguien que en nada se parece a ti. La corporización de un viejo sueño, de un ideal con el que en absoluto coincides, porque es poco o nada lo que vales. Éstos son tus negros pensamientos, y no es fácil encontrar un lenitivo para ellos. Por ejemplo, que a lo mejor esa persona no te conviene, y no te conviene por una sola e incontestable razón: que ha pasado a tu lado sin reconocerte. Sin darse cuenta de que le estabas aguardando. Pero, claro, mi argumento no te convence. ¿Qué pasa, me dices, con tantas parejas que se equivocan, que se debaten entre sueños contrarios, que de pronto descubren inerte la hoguera en la que se vieron arder? y es cierto que esto es así. Aún más, parece inevitable que antes o después suceda de esta forma, tal vez porque ese estado de ardor de prolongarse mucho terminaría por volvemos locos. Pero ése es otro tema, el del amor que termina o puede terminar, el de las terribles e ilusas equivocaciones, el de la infidelidad y el daño. y yo estoy hablando del reconocimiento, de que al menos por un instante haya prendido la llama del reconocimiento. y ésta es mi idea, que el amor no puede existir sin esa llama. Me dirás, y con razón, que siempre se ha representado al amor como un arquero que dispara sus flechas con los ojos vendados, dando a entender esa sublime disposición a mezclar lo que con toda probabilidad no debería mezclarse. Muchas historias recurren al recurso del filtro o bebedizo, que trastorna a quien lo toma, haciendo que la causa del amor no se encuentre en la aparición de un otro significado e insustituible, sino en el hecho mismo de haber sido hechizado por lo que nos dan. Pero piensa un poco en esas imágenes, un arquero que dispara a ciegas, un bebedizo que al llevamos a los labios nos hace enamorarnos del primero que pasa... ¿No te parece que lo que quieren decimos es que lo que cuenta es el amor mismo, no de quien nos enamoremos?, ¿aquel o aquella que ama antes que el objeto de ese amor?
«Todo amor es fantasía /
él inventa el año, el día, /
la hora y su melodía; /
inventa el amante y, más, /
la amada. No prueba nada, /
contra el amor, que la amada /
no haya existido jamás.»
Esto lo escribió Antonio Machado. Pero yo, por mucho que me guste este poeta, no comparto esa idea del amor, y te invito a que tú tampoco lo hagas. No sé si has leído la última novela de Esther Tusquets. Se titula «Con la miel en los labios» y si no lo has hecho te aconsejo que corras a la librería más próxima y que te pongas a leerla cuanto antes. En ella surge el amor entre dos mujeres. No es otra novela sobre amores lésbicos, pues en rigor ninguna de las dos mujeres, al menos en sentido estricto, es homosexual. Sólo que en ese momento se enamoran la una de la otra; y lo hacen no por ser mujeres, sino por ser las que son. En uno de los momentos de esta historia la más joven le dice a su amiga que se habría enamorado de ella «aunque hubiera sido un pez». Es decir, la habría reconocido en cualquier lugar, con cualquier figura, en cualquier momento de su vida. y es ésta la idea del amor que te invito a que compartas conmigo para combatir tus males. El amor no es un estado que preexiste a su objeto, como el hambre o el deseo sexual preexisten al alimento o al cuerpo que reclaman para satisfacerse. El amor es otra cosa. Encuentro y locura. Apertura hacia alguien, que te hace descubrir en ti misma algo parecido a otro cuerpo, un cuerpo distinto cuyas facultades ni siquiera preveías. Un cuerpo hecho, a la vez, a la medida de aquel o aquella que lo hace despertar, y que sólo puede llevar en la frente la llama doble del reconocimiento. Por eso no debes insistir si no eres correspondida. Puedes intentarlo un tiempo, cargar un poco la suerte, pero si él sigue sin responder, pasa de largo. Seguro que te estabas equivocando. Ése debe ser tu único orgullo, y es bueno que no renuncies a él. Tenía que haberte reconocido. ¿Recuerdas? Aunque hubieras sido un pez.


Texto de Gustavo Martín Garzo, Premio Nacional de Literatura de 1994 por "El lenguaje de las flores", ha publicada recientemente "EI pequeño heredero", en la editorial Lumen.

| ""