sábado, noviembre 13, 2004

A los trece...

A los 13, durante unos meses, se hizo la más rebelde del lugar, no le importaba nada de lo que le había importado hasta entonces, fue cuando cambió su forma de vestir, de hablar, de pensar y de sentir. Pensaba que la persona que había sido desde siempre su gran apoyo había desaparecido, y no era así, solo estaba lejos pero eso no significaba que no la quisiera. Ella no lo veía y se mostraba arisca con los miembros restantes de la familia haciéndoles prácticamente la vida imposible. Asistía a clase por mera obligación, pero su mente no estaba allí. Por las tardes no estudiaba y siempre tenía algo que hacer para no estar en casa. Así le fueron las cosas, que suspendió 5 asignaturas y ese fue el "regalo" a la persona que había vuelto tras seis meses de trabajo fuera en el extranjero. Durante todo ese tiempo, Haushinka hacía ver que no sentía nada, que no le importaba nada ni nadie, pero cuando estaba en su cuarto, lloraba, siempre pensó que aquellas lágrimas acabarían de asomarse por sus ojos azules verdosos, porque en algún momento se tenía que quedar seca. Pero ella no se daba cuenta de que estaban como almacenadas en algún hueco y que nunca la iban a dejar de lado. Siempre que pensaba que ya no le quedaban más, aparecían y ella se enfada aún más con el mundo por ello. Era algo incomprensible para Haushinka. Quizás a los 20 aprenda que no tiene sentido esperar a que las lagrimas se acaben. Lo importante es llorarlas por cosas que valgan la pena.

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